“Planta árboles para que aprovechen a las futuras generaciones”. Cicerón. Plantar un árbol figura entre aquellas máximas que determinan una vida completa. Su nobleza, su incansable y generoso crecimiento los convierte en piedras angulares de nuestros parques. De cero, todos los consejos para animarse con un aspecto insoslayable de la jardinería con mayúsculas.
La plantación
Ya conocemos perfectamente las características de nuestro terreno y hemos comprado las plantas que mejor se ajustan a esas condiciones. El diseño que hemos vislumbrado tantas veces casi parece tangible. No nos faltan herramientas, abonos ni ganas de acometer la tarea. Ahora necesitamos cerciorarnos de seguir al pie de la letra los pasos para afincar esas especies definitivamente en nuestro suelo.
Acondicionamiento previo
Las plantas que no se planten de inmediato deben almacenarse bajo techo o bajo grandes árboles donde se las pueda regar con comodidad y al resguardo de vientos, fríos o calores fuertes. De ningún modo deben distribuirse sobre el terreno si no se han abierto los pozos de plantación previamente.
Las especies que permanezcan en depósito más de una semana, tendrán que ser desatadas para que sus hojas capten luz y no fermenten. Tanto si están en pan de tierra como si se las adquirió a raíz desnuda, deberán alinearse en zanjas para permitir un riego adecuado y la conservación de un correcto nivel de humedad: bastan minutos de sol, heladas intensas, vientos fuertes o aire caliente, para desecar definitivamente las raíces. Los rosales son particularmente sensibles a este daño.
Es importante regar las plantas abundantemente el día anterior a ubicarlas definitivamente en el terreno, ya que hidratar un pan seco una vez plantado no siempre se logra de manera eficiente.
Manos a la obra
-Pala en mano, la primer tarea es limpiar la zona donde haremos el hoyo para librarlo de la mayor cantidad de maleza posible y facilitar la detección de hormigas.
-El diámetro del pozo nunca sera inferior a dos veces el ancho del pan de tierra o el tamaño del sistema radicular (el ideal es tres veces su tamaño). Ello garantizará suficiente tierra buena para proveer a la planta de nutrientes y humedad durante los dos primeros años en que habrá de recuperarse del stress de la plantación, antes de llegar al suelo natural.
-Concluido el hoyo, clavamos el tutor firmemente en el suelo.
-Mezclamos el fertilizante elegido con la tierra negra para acelerar su absorción. El fosfato diamónico es uno de los más indicados por su alta proporción de fósforo (necesario para el desarrollo del sistema radicular) y el aporte justo de nitrógeno para un buen crecimiento inicial de la planta.
-En todos los casos colocaremos tierra preparada en el fondo del pozo de manera que el cuello quede mas alto que el terreno circundante.
-Si se trata de plantas con pan de tierra o a raíz desnuda, las ubicaremos en el centro del pozo. En el caso de árboles, junto al tutor clavado previamente.
-Si las raíces no estuvieran distribuidas uniformemente, las orientaremos a mano; si están demasiado amontonadas en el pan del envase o enroscadas, las abriremos suavemente para acomodarlas sin romperlas.
Tutores, riendas y trípodes
Si el tutor es de sauce verde o álamo, conviene pelar su corteza para que no brote y termine compitiendo con la planta principal. Si fuese de eucalipto u otra madera seca y fácilmente deteriorable en el tiempo, se le pintará la parte inferior con brea o pintura asfáltica.
Los tutores deben ser lo suficientemente gruesos como para soportar el peso de la planta y ubicarse detrás del punto desde donde se vea el árbol, sea un camino de acceso o una ventana. Su altura debe acompañar todo el tronco de los árboles, con copa o sin ella, y en lo posible, sobrepasarlo.
El tutor se ata al extremo superior del tallo y en el medio del tronco. Se debe utilizar material degradable (hilo de algodón o hilo sisal) para evitar daños en la corteza.
Si decidimos colocar riendas porque es una zona muy ventosa o una planta de una envergadura tal que lo justifique, clavaremos firmemente por lo menos tres estacas. Las puntas se cortan a la misma altura y se pintan de verde oscuro si son de madera y quedaron desprolijas.
La alternativa más firme son los trípodes con tutores, de una altura inferior a la mitad de la altura del tronco. Los tutores deben estar muy bien clavados y atados por su extremo superior con alambre. El trípode se fijará al tronco con un elemento no cortante como soga de cáñamo o hilo sisal.
Riego de asentamiento
Después de la plantación se hará el riego de asentamiento, muy abundante, repitiéndolo hasta que quede agua en la olla. Es importante apisonar los bordes para evitar que se filtre. Al día siguiente se repasarán las ataduras y las riendas porque el agua habrá provocado un descenso de la tierra y en consecuencia, también de la planta. Si aparecieran pozos, huecos o la palangana abierta, se repasará aportando tierra nueva, sin tocar la que está mojada.
Bajo ningún concepto debe moverse la planta con el suelo embarrado, pues ello deteriorará severamente la estructura del suelo alrededor de las raíces, y si está en pan de tierra, lo romperá, perdiéndose parte del sistema radicular.
Si alguna planta mal tutorada o sin tutor se volcara o inclinara, debe esperarse a que el suelo se seque para descalzarla del lado hacia el que habrá que enderezarla y luego volver a colocar la tierra y regarla como en la primera oportunidad.
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